Ya llevábamos tiempo con ganas de visitar el restaurante de
Ricardo Sostres (@ricardosotres1)
del que teníamos muy buenas referencias, tanto por conocidos como por otros blogs como Lo Que Coma
Don Manuel, e incluso a través de críticos top como JC Capel. Por lo visto éste es otro de los exitosos
cocineros de la nueva hornada de la cocina asturiana.
Aprovechamos un increíble fin de semana de cielo completamente azul para acercarnos hasta Llanes a disfrutar del sol. Ricardo se ha instalado en el local que tiene su familia en el pueblo de Pancar, justo al lado de Llanes. Basta seguir la carretera principal que atraviesa el pueblo para encontrárselo en el lado izquierdo.
Al pasar la puerta nos encontramos un chigre de los de toda la vida, con un ambiente totalmente "de pueblo" que nos hace dudar si hemos entrado en el lugar correcto. En la parte del fondo del chigre una puerta casi invisible da paso a un moderno comedor donde lo que más llama la atención es la pared del fondo, excavada totalmente en la piedra de la montaña adyacente. La tienen iluminada con una luz indirecta de color verde, lo que le da un toque muy de pub ochentero :-). Salvo por la cuidada decoración de las mesas, de mano poco hace pensar que nos espera una muy buena experiencia gastronómica. El local es pequeño por lo que conviene reservar.
Aprovechamos un increíble fin de semana de cielo completamente azul para acercarnos hasta Llanes a disfrutar del sol. Ricardo se ha instalado en el local que tiene su familia en el pueblo de Pancar, justo al lado de Llanes. Basta seguir la carretera principal que atraviesa el pueblo para encontrárselo en el lado izquierdo.
Al pasar la puerta nos encontramos un chigre de los de toda la vida, con un ambiente totalmente "de pueblo" que nos hace dudar si hemos entrado en el lugar correcto. En la parte del fondo del chigre una puerta casi invisible da paso a un moderno comedor donde lo que más llama la atención es la pared del fondo, excavada totalmente en la piedra de la montaña adyacente. La tienen iluminada con una luz indirecta de color verde, lo que le da un toque muy de pub ochentero :-). Salvo por la cuidada decoración de las mesas, de mano poco hace pensar que nos espera una muy buena experiencia gastronómica. El local es pequeño por lo que conviene reservar.
Tras sentarnos a la mesa nos
traen un aperitivo detalle de la casa, una copa de sidra espumosa Prau Monga.
Detalle bastante prestoso, por cierto, con un sabor muy fresco. No es
comparable con un champán pero entró muy bien.
Además de la carta tienen un menú degustación a 55€ que
suponemos que deben cambiar a menudo, ya que te lo cantan de viva voz si
preguntas por él. Es curioso que está compuesto por varios platos que no se
pueden encontrar en la carta y otros que son variaciones sobre platos de la
carta, pero ninguno coincide por completo. Como la mayoría de lo que nos
ofrecían en el menú nos sonó apetecible nos lanzamos a por él, aunque nos
quedásemos con las ganas de probar un arroz (en la mesa de al lado estaban
comiendo uno con una pinta estupenda).
Y empezó el largo menú. Como aperitivo nos trajeron un pan con mantequilla de ajo, presentado sobre una piedra. La mantequilla tenía un sabor a ajo muy ligero que supongo que otros agradecerían, pero que a nosotros nos pareció un poco flojo.
Inmediatamente vino la ostra con raíz de apio, aguacate y sidra. Una ostra de enorme tamaño con un sabor sabor excelente, regada con un granizado de sidra que le iba muy bien a la par que hacía las veces de hielo para la ostra. Un gran bocado en el que había mucho que agradecer a una excelente materia prima.
Siguieron unas gambas con
calabaza y azafrán. Las gambas venían peladas, algo que personalmente siempre
aprecio mucho :-) y daban la sensación de estar crudas aunque juraría que
estaban muy ligeramente cocidas o asadas (no sabría decir la técnica de
preparación) lo que les daba un sabor delicado. La crema de calabaza era un
tanto sosa para este plato y no le consiguió aportar la fuerza pretendida. Me
temo que aquí nos acordamos con añoranza de las gambas de Palamós que nos
habían encantado en el Married un par de semanas antes, aunque este era un
listón muy muy alto.
El siguiente plato consistía en berberechos, algas y tirabetes que la camarera regó abundantemente con un verdísimo caldo de judías. Los berberechos estaban realmente buenos si los tomabas solos, pero que además conjuntaban perfectamente con el potente sabor a judía fresca que aportaba el caldo. El plato tenía un regusto que a los dos nos trasladó a nuestra infancia, cuando comíamos las vainas de judías crudas, recién cogidas de la huerta. Un plato curioso y de original sabor, le damos un notable.
El siguiente plato consistía en berberechos, algas y tirabetes que la camarera regó abundantemente con un verdísimo caldo de judías. Los berberechos estaban realmente buenos si los tomabas solos, pero que además conjuntaban perfectamente con el potente sabor a judía fresca que aportaba el caldo. El plato tenía un regusto que a los dos nos trasladó a nuestra infancia, cuando comíamos las vainas de judías crudas, recién cogidas de la huerta. Un plato curioso y de original sabor, le damos un notable.
Dentro de una pesada cazoleta
que parecía de piedra maciza venía el pulpo con manitas de cerdo y aceituna. Lo
primero que nos llamó la atención fue el intenso y buenísimo olor que
desprendía, que no nos defraudó lo más mínimo a la hora de saborearlo. De hecho
al probar los dos primeros bocados nos impresionó su intenso sabor, supongo que
por el contraste con los platos anteriores, pero cuanto más lo saboreábamos más
nos gustaba. A los dos nos pareció una magnífica combinación, de lo mejor del
menú.
El siguiendo plato fue un
añadido sorpresa del chef: huevo casero con virutas de trufa. Nunca hemos
sabido apreciar la trufa y, la verdad, quizás le aportase algo de aroma al
plato, pero seguimos sin cambiar de opinión. El huevo en cambio estaba
buenísimo, con ese sabor de caleya que desde luego no tienen los que compramos
habitualmente en el súper. Remojamos bien toda la yema y allí no quedó nada.
A continuación venía el plato
que, de mano, menos nos llamaba la atención de todo el menú: ternera de cocido
con su caldo. En el fondo del plato venía un trozo de suavísima ternera y el
cocinero había conseguido que tuviera exactamente el inconfundible sabor
de la carne del cocido casero que hacen nuestras madres. La deliciosa ternera
se acompañaba de unas verduras y la camarera regó de nuevo el conjunto con
abundante caldo por encima, de inmejorable gusto a auténtico cocido. Parece una
composición simple pero se unía el delicioso sabor de la carne al del riquísimo
caldo de cocido y el conjunto resultó ser un plato redondo.
El festival continuó con el
foie ahumado con anguila y café. Venía en una pequeña cazuela transparente con
tapa y al abrirla salíó un humo de olor como a tostado que le daba
espectacularidad a la presentación. El foie, muy cremoso, combinaba bien con el
café, pero lo mejor fueron los sublimes trozos de anguila, que venía cruda al
estilo de los boquerones y marinada con un toque de varios sabores mezclados
muy delicadamente. Nuevo acierto y ya iban unos cuantos.
Acabamos el menú con la paloma torcaz con puré de boniatos y
trufa. El trozo de carne de paloma me recordó un tanto al pato, con un color
rojo oscuro y poco hecho, tal como me gusta a mí la carne. Nuevamente la trufa
para mí ni fú ni fá, así como el puré de boniatos. La carne estaba bien, aunque
tras las sorpresas y sabores anteriores este plato nos pareció en comparación,
aunque quizás no lo fuera, algo más flojo.
Y todavía faltaban los postres: yogur con helado de coco y pan de especies. Agradecimos el fresco gusto helado tras la gran comilona que nos habíamos pegado :-). El pan de especies tenía un textura quizá un poco tiesa para este postre.
Por útlimo un riquísimo helado de avellana con café y bizcocho de chocolate (o algo así, a estas alturas ya era imposible recordar el nombre exacto) que era como dos postres en uno y los sabores casaban perfectamente. Un gran remate que no pudimos menos que esforzarnos por terminar de lo rico que estaba.
Y todavía faltaban los postres: yogur con helado de coco y pan de especies. Agradecimos el fresco gusto helado tras la gran comilona que nos habíamos pegado :-). El pan de especies tenía un textura quizá un poco tiesa para este postre.
Por útlimo un riquísimo helado de avellana con café y bizcocho de chocolate (o algo así, a estas alturas ya era imposible recordar el nombre exacto) que era como dos postres en uno y los sabores casaban perfectamente. Un gran remate que no pudimos menos que esforzarnos por terminar de lo rico que estaba.
En la carta de vinos hay unas cuantas referencias nacionales y extranjeras. Casi todos los vinos pasan ampliamente de los 20€, quiero decir que hay pocas referencias a precios ajustados incluso entre los españoles. Al final acompañamos toda la comida con un Salia de la D.O. Manchuela, un vino de syrah y garnacha que nos sirvieron con algún grado de temperatura de más (para nuestro gusto). Les pedimos un enfriador, aunque se despistaron hasta en 3 ocasiones. Un pequeño fallo en el servicio que, por otra parte, fue correcto aunque algo impersonal.
6 comentarios:
Tenia perbones referencies del sitiu, más d'una de fiar, asina que apuntáu queda :-)
Lo que nun sé ye si acerté con toles semeyes y eso nun quier dicir munchu a favor del chigre jeje, nun va ser culpa mío!!!! jajaja
Acertáste con las semeyes :-)
Repito lo que digo siempre en estos casos: que la mitad de los platos salados sean con marisco, convierte al menú en algo desequilibrado.
Pintaza! Apuntáu queda
Una promesa ya cumplida, una apuesta consolidada. De lo mejor que apunta por Asturias últimamente.
Ente esti y'l de Tox dicen. Nun sé, esti tien meyor pinta. Ye cuestión de prebar y gustos :-)
Publicar un comentario